Nos comunicamos con el lenguaje, los gestos, el silencio, la mirada... es la mejor herramienta para solucionar un conflicto, pero también la que más sufre durante el proceso. Las emociones y los sentimientos distorsionan no solo la forma de la comunicación, sino también la percepción de lo que está pasando, de lo que decimos y de lo que escuchamos. Por eso, uno de los primeros elementos que debe trabajar la persona mediadora es la restauración de la comunicación entre las partes en un clima de tranquilidad. Un proceso de mediación no es posible si una de las partes grita, utiliza un lenguaje agresivo o no es posible el diálogo.
No solo se trata de que las partes hablen con respeto, sino lo más importante que se escuchen de manera activa. Comunicación y mediación siempre avanzan de la mano.